jueves, 19 de junio de 2008

TESOROS CON RAMAS

Prensa Libre
“Las personas creen que un bosque se maneja solo, pero no es así. Conlleva casi el mismo trabajo que educar a un niño”, dice el ingeniero agrónomo César Castañeda, al explicar lo difícil y gratificante que resulta reforestar.

“Hay que invertirle tiempo y proporcionarle los cuidados básicos para que crezca sano y derecho. Incluso quienes profesionalmente nos dedicamos a esta actividad no llegamos a entender la complejidad ecológica que requiere su manejo”, añade Castañeda, quien es director del Departamento de Ingeniería Forestal, de la Universidad del Valle de Guatemala.

Aprendió sobre la marcha
Hace 18 años, Manuel Ruiz y su padre adquirieron un terreno situado en San Raymundo, Sacatepéquez. Intentaron venderlo en varias ocasiones, pero decidieron “trabajarlo” al no concretarse el negocio.

Al carecer de la preparación técnica para efectuar el manejo más adecuado del terreno, Ruiz reconoce que cometió varios errores, pero de estos ha sabido sacar lo positivo y salir adelante.

Por ejemplo, aprendió que antes de sembrar cualquier planta es vital conocer con qué tipo de suelo se cuenta además de a qué altura sobre el nivel del mar se encuentra; solo así se puede garantizar la inversión. Pero ante todo, dice Ruiz, hay que cultivar la virtud de la paciencia, porque la madurez de los árboles que se decida plantar lleva años y si esto se desconoce o se cae presa de la desesperación, las cosas no saldrán como se espera.

Resultados a largo plazo
Castañeda, quien también posee un terreno en las afueras de la capital, comenta que la primera inversión que le hizo fue a nivel forestal y ésta es a largo plazo. “Inicié la plantación hace 11 años y me faltan otros 11 para ver los resultados. Esto es algo que debe tenerse claro: la actividad forestal es un negocio, y es rentable y sostenible si se planifica y se siembran las especies de más rápido crecimiento, adecuadas a la zona y utilizando las facilidades que allí existan”.

Castañeda tiene árboles frutales y un bosque de ciprés combinado con dos especies de pino, aunadas a otras de plantas nativas y endémicas como una de carreto y otra de nogal. “Me entusiasmé mucho con estos dos últimos árboles porque son hábitat de dos aves: el guardabarranco y un tucán verde que me encantan”, dice este amante de los bosques.

Otros retos
Cuando se carece de agua o no se tiene en abundancia hay que aprender a optimizarla. De esto da fe Ruiz, quien ha hecho un par de cisternas y de pozos en su propiedad con el objetivo de captar y almacenar el líquido vital.

“Al principio iba entre dos y tres veces por semana para regar con cubeta los nogales y los árboles de nuez de macadamia que sembré, pero ahora ya cuento con sistema de riego por goteo”, comenta satisfecho este hombre que venció los comentarios burlescos que le hacían sus amigos cuando se enteraron de la tarea que realizaba con el fin de ver crecer a sus amados árboles.

Ahora, Ruiz también cuenta con varios árboles frutales, milpa, yuca y frijol, y hasta se dedica a la lombricultura de la que obtiene el abono orgánico o compostaje con que fertiliza sus plantas.

El esfuerzo y la dedicación han valido la vena para Ruiz porque ahora cuenta con un fructífero terreno que, además de proveerle granos básicos y sus preciadas nueces, le premia con un tranquilo lugar para descansar los fines de semana y la satisfacción de contribuir con la conservación de los recursos naturales en este mundo que tanto los necesita.

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